El marcarnos propósitos es una
práctica habitual cada comienzo de año.
Consiste en la elaboración de una lista de objetivos que queremos
cumplir como adelgazar, hacer ejercicio, no discutir tanto con nuestra pareja, apuntarse
a clases de inglés, comer más saludablemente, viajar a sitios nuevos, cuidar más
a los amigos, dejar de fumar o intentar ser más optimistas, entre muchos otros.
El proponernos una serie de metas que queremos alcanzar es sano y muy
recomendable para comenzar el año con motivación e ilusión. En realidad, este ejercicio de automejora nos lo podríamos plantear cualquier otro día,
pero el hacerlo coincidir con el inicio de un nuevo año nos capacita de una
fuerza de voluntad excepcional y nos genera un importante grado de compromiso, precisamente
porque creemos en la consigna de “año nuevo, vida nueva”. El nuevo año es como empezar de cero. “Borrón y cuenta nueva”.
NUESTRO AUTOCONCEPTO SE DEFINE EN
FUNCIÓN DEL BALANCE ENTRE
ÉXITOS Y FRACASOS.
LOGRAR NUESTRAS METAS
AUMENTA NUESTRA AUTOESTIMA
Asi que durante los primeros días
del año nos “obligamos” a nosotros mismos, cegados por la euforia de las doce campanadas
y los buenos deseos, a poner en práctica
lo propuesto . Puede incluso que lo lleguemos a cumplir durante un tiempo: nos
apuntamos al gimnasio, controlamos nuestra ira en posibles discusiones, hacemos
uso del pensamiento positivo…. Pero ¿qué ocurre después? ¿Por qué no somos
capaces de mantenerlo durante más tiempo?
Todo lo que nos hemos propuesto son
cosas nuevas que no pertenecían a nuestro repertorio de conductas y actividades
por lo que no son hábitos. Al no tratrase de costumbres ya establecidas
requiere más esfuerzo mantenerlas. No las hacemos de forma autómatica como
lavarse los dientes o como el que desayuna tostadas, zumo de naranjas y cereales
porque lleva años desyunando de este modo. Estamos intentando incorporar a
nuestra vida aspectos que no estaban y que, aunque a la larga sabemos que serán
un beneficio, a corto plazo suponen un esfuerzo y una inversión de energía y
tiempo. Los cientificos dicen que se necesitan 21 días para generar un hábito,
sea el que sea. La clave por lo tanto es mantener estas nuevas costumbres en el
tiempo para que se consoliden y de esta manera se puedan llegar a mecanizar y
hacerse de manera espontánea. ¿Pero cómo mantenerlo al menos 21 dias?
MARCARNOS METAS ESPECÍFICAS Y CONCRETAS
El primer paso consiste en sistematizar
nuestros propósitos haciendo una adecuada planificación por escrito. Podemos
elaborar una tabla donde especificar cada uno de los propósitos que queremos
llevar a cabo este año. Tenemos que pasar de las ideas a la ejecución a través
de un plan de consecución. Si solamente nos quedamos con las ideas, que al fin
y al cabo son sólo pensamientos, y no lo convertimos en acción es más díficil
que se terminen cumpliendo. Es importante no confundir un propósito con un
deseo. Querer ser buena persona es un deseo muy loable y muy positivo pero no
es específico. Es un objetivo muy relativo y demasiado general. ¿Cómo vas a
medir que se está cumpliendo tu propósito? Primero tendrás que definir qué es
para ti ser una buena persona especificando una serie de actos, comportamientos
y actitudes concretos. Por ejemplo, no
es lo mismo desear querer hacer ejercicio físico que establecer la siguiente rutina: “saldré a correr dos días por semana de 21 a 22 de tarde”.
Tenemos que definir qué queremos
lograr y cómo lo haremos . A veces es necesario desglosar nuestros objetivos en
submetas, es decir, pasos que he de llevar a cabo para conseguir el
resultado final. Por ejemplo, si quiero
montar un grupo de música, primero tendré que disponer del instrumento que
tocaré, apuntarme a clases del instrumento elegido si no se tocarlo y buscar a
personas que quieran formar un grupo musical. Cuanto más especificada esté nuestra meta, más fácil será llevarla a
cabo. Es recomendable que nuestros propósitos estén expresados de forma
positiva. “Quiero adelgazar en vez de no
quiero engordar”.
MARCARNOS METAS REALISTAS Y ALCANZABLES
¿Son realistas los objetivos que
me propongo? Por ejemplo, quiero
apuntarme al gimnasio este año. Es un objetivo viable pero según mis
circunstancias personales ¿es posible?. Si yo trabajo de 8 de la mañana a 23 de
la noche quizá no disponga de ningún hueco para poder ir al gimnasio. Quiero aprender inglés hasta convertirme en
bilingüe. Es un propósito que quizá no se ajuste a la realidad si nunca
antes he estudiado inglés. He de ser sincero conmigo mismo y tener en cuenta
los recursos de los que dispongo. He de evaluar cuáles son las limitaciones de
este propósito, tanto internas como externas. Es decir, qué cosas pueden impedir
que lo lleve a buen puerto y preveer cuáles son las interferencias con las que
me puedo encontrar. Si me marco objetivos no realistas y no los cumplo puede
ser peor el remedio que la enfermedad. El cumplir metas mejora la autoestima y
la confianza en uno mismo, pero el no cumplir esas metas puede ser devastador y
generar frustración, decepción y sentimiento de incapacidad, con lo que se verá
mermada mi autoeficacia para en que futuro quiera conseguir algo.
PREMIAR NUESTRO ESFUERZO
Es muy importante emplear los
refuerzos cada vez que estemos poniendo en práctica nuestro propósito. Los
refuerzos son premios o recompensas que nos otorgamos cuando llevamos a cabo
cosas que nos suponen esfuerzo. Si por ejemplo, hoy voy al gimnasio después me premiaré con algo para reforzar esa
actividad, como ver una película que me guste antes de acostarme o permitirme
tomar una onza de chocolate. La mayoría de nuestras conductas están
determinadas por las consecuencias que obtenemos. Si voy a una tienda donde el
dependiente me ha tratado amablemente y se ha interesado por mi, es más
probable que en el futuro vuelva a ir a esa tienda. Si meto el dedo en un
enchufe y me da un calambrazo, lo más seguro es que tras haber obtenido una
consecuencia negativa, no se me vuelva a ocurrir meter el dedo en ningún otro
enchufe. De esta manera, si llevo a cabo una tarea que en principio me supone
un coste, porque aun no es un hábito, es conveniente que me lo recompense de
algún modo para favorecer su aparición el futuro.
SER PERMISIVOS Y TOLERANTES CON NOSOTROS MISMOS
Algunos propósitos de año nuevo
son difíciles de conseguir. Por ejemplo, tratar de controlar mi ira este año. En
este caso, debemos de ser tolerantes y flexibles con nosotros mismos. Estamos
intentando cambiar un aspecto interno que
requiere más dificultad y capacidad de esfuerzo que apuntarse por ejemplo a
clases de cocina. Supone un autocontrol emocional que muchas veces está
influido por circunstancias externas. El que yo me enfade depende de mi. Los
demás no crean mi enfado, es decir no me inyectan la ira en mi mente o en mi
cuerpo pese a lo que podamos pensar a veces. Pero es cierto, que esta emoción
puede manifestarse más fácilmente cuando interactúo con los demás. He de aceptar
de antemano, que puede que en algunos momentos experimente un estallido emocional y me deje
llevar por la rabia o la indignación. Con lo cual después, seguramente, me
pueda sentir defraudado y decepcionado conmigo mismo. Tenemos que ser pacientes
con nosotros mismos y permitirnos posibles caídas y recaídas. Lo importante es
que después seamos conscientes de que no hemos actuado correctamente y que
seamos capaces de reconocer nuestros errores. El ser consciente de que me he
dejado llevar por mis emociones, en realidad, es un paso hacia la consecución
de mi meta. No sería un retroceso ni tampoco se tiene que contemplar como un
fracaso. El ser capaz de identificar esa emoción y de reconocer que no ha
habido un buen manejo emocional, me ayudará en un futuro a su autorregulación
previniendo situaciones similares. Podré determinar qué estímulos desencadenan
mi ira y actuar antes de que ésta se produzca.
DISFRUTAR DURANTE LA
CONSECUCIÓN DE LA META
Y
para finalizar, recomendamos
intentar disfrutar del proceso de consecución del objetivo. A veces nos
obsesionamos con la meta y se nos olvida saborear y experimentar positivamente el camino hacia
esa meta. De esta forma, dejamos de vivir el presente para centrarnos únicamente
en el futuro. Es apropiado visualizar la meta lograda para generar
automotivación y autoeficacia pero sin olvidarnos de disfrutar del recorrido.
En el momento en el que estoy llevando a cabo la actividad tenemos que intentar
dejar a un lado el resultado final, y centrarnos en ese momento en la tarea con
todos nuestros sentidos. Vivir con plenitud y atención ese momento presente. Intentar
que lo que nos hemos propuesto nos proporcione una recompensa no solo al final
sino durante.
NO HAY CAMINO HACIA LA FELICIDAD, LA FELICIDAD ES EL CAMINO
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