31 dic 2012

PROPÓSITOS PARA EL AÑO NUEVO



 

  
El marcarnos propósitos es una práctica habitual cada comienzo de año.  Consiste en la elaboración de una lista de objetivos que queremos cumplir como adelgazar, hacer ejercicio, no discutir tanto con nuestra pareja, apuntarse a clases de inglés, comer más saludablemente, viajar a sitios nuevos, cuidar más a los amigos, dejar de fumar o intentar ser más optimistas, entre muchos otros.

El proponernos una serie de metas que queremos alcanzar es sano y muy recomendable para comenzar el año con motivación e ilusión.  En realidad, este ejercicio de automejora  nos lo podríamos plantear cualquier otro día, pero el hacerlo coincidir con el inicio de un nuevo año nos capacita de una fuerza de voluntad excepcional y nos genera un importante grado de compromiso, precisamente porque creemos en la consigna de “año nuevo, vida nueva”. El nuevo año es como empezar de cero. “Borrón y cuenta nueva”.  



NUESTRO AUTOCONCEPTO SE DEFINE EN
FUNCIÓN DEL BALANCE ENTRE
ÉXITOS Y FRACASOS.
LOGRAR NUESTRAS METAS
AUMENTA NUESTRA AUTOESTIMA


Asi que durante los primeros días del año nos “obligamos” a nosotros mismos, cegados por la euforia de las doce campanadas y los buenos deseos, a  poner en práctica lo propuesto . Puede incluso que lo lleguemos a cumplir durante un tiempo: nos apuntamos al gimnasio, controlamos nuestra ira en posibles discusiones, hacemos uso del pensamiento positivo…. Pero ¿qué ocurre después? ¿Por qué no somos capaces de mantenerlo durante más tiempo? 

Todo lo que nos hemos propuesto son cosas nuevas que no pertenecían a nuestro repertorio de conductas y actividades por lo que no son hábitos. Al no tratrase de costumbres ya establecidas requiere más esfuerzo mantenerlas. No las hacemos de forma autómatica como lavarse los dientes o como el que desayuna tostadas, zumo de naranjas y cereales porque lleva años desyunando de este modo. Estamos intentando incorporar a nuestra vida aspectos que no estaban y que, aunque a la larga sabemos que serán un beneficio, a corto plazo suponen un esfuerzo y una inversión de energía y tiempo. Los cientificos dicen que se necesitan 21 días para generar un hábito, sea el que sea. La clave por lo tanto es mantener estas nuevas costumbres en el tiempo para que se consoliden y de esta manera se puedan llegar a mecanizar y hacerse de manera espontánea. ¿Pero cómo mantenerlo al menos 21 dias?


MARCARNOS METAS ESPECÍFICAS Y CONCRETAS

El primer paso consiste en sistematizar nuestros propósitos haciendo una adecuada planificación por escrito. Podemos elaborar una tabla donde especificar cada uno de los propósitos que queremos llevar a cabo este año. Tenemos que pasar de las ideas a la ejecución a través de un plan de consecución. Si solamente nos quedamos con las ideas, que al fin y al cabo son sólo pensamientos, y no lo convertimos en acción es más díficil que se terminen cumpliendo. Es importante no confundir un propósito con un deseo. Querer ser buena persona es un deseo muy loable y muy positivo pero no es específico. Es un objetivo muy relativo y demasiado general. ¿Cómo vas a medir que se está cumpliendo tu propósito? Primero tendrás que definir qué es para ti ser una buena persona especificando una serie de actos, comportamientos y actitudes concretos.  Por ejemplo, no es lo mismo desear querer hacer ejercicio físico que establecer  la siguiente rutina: “saldré a correr dos días por semana de 21 a 22 de tarde”.

Tenemos que definir qué queremos lograr y cómo lo haremos . A veces es necesario desglosar nuestros objetivos en submetas,  es decir,  pasos que he de llevar a cabo para conseguir el resultado final. Por ejemplo, si quiero montar un grupo de música, primero tendré que disponer del instrumento que tocaré, apuntarme a clases del instrumento elegido si no se tocarlo y buscar a personas que quieran formar un grupo musical. Cuanto más especificada esté nuestra meta, más fácil será llevarla a cabo. Es recomendable que nuestros propósitos estén expresados de forma positiva. “Quiero adelgazar en vez de no quiero engordar”.

 
MARCARNOS METAS REALISTAS Y ALCANZABLES

¿Son realistas los objetivos que me propongo? Por ejemplo, quiero apuntarme al gimnasio este año. Es un objetivo viable pero según mis circunstancias personales ¿es posible?. Si yo trabajo de 8 de la mañana a 23 de la noche quizá no disponga de ningún hueco para poder ir al gimnasio. Quiero aprender inglés hasta convertirme en bilingüe. Es un propósito que quizá no se ajuste a la realidad si nunca antes he estudiado inglés. He de ser sincero conmigo mismo y tener en cuenta los recursos de los que dispongo. He de evaluar cuáles son las limitaciones de este propósito, tanto internas como externas. Es decir, qué cosas pueden impedir que lo lleve a buen puerto y preveer cuáles son las interferencias con las que me puedo encontrar. Si me marco objetivos no realistas y no los cumplo puede ser peor el remedio que la enfermedad. El cumplir metas mejora la autoestima y la confianza en uno mismo, pero el no cumplir esas metas puede ser devastador y generar frustración, decepción y sentimiento de incapacidad, con lo que se verá mermada mi autoeficacia para en que futuro quiera conseguir algo.


PREMIAR NUESTRO ESFUERZO

Es muy importante emplear los refuerzos cada vez que estemos poniendo en práctica nuestro propósito. Los refuerzos son premios o recompensas que nos otorgamos cuando llevamos a cabo cosas que nos suponen esfuerzo. Si por ejemplo, hoy voy al gimnasio después me premiaré con algo para reforzar esa actividad, como ver una película que me guste antes de acostarme o permitirme tomar una onza de chocolate. La mayoría de nuestras conductas están determinadas por las consecuencias que obtenemos. Si voy a una tienda donde el dependiente me ha tratado amablemente y se ha interesado por mi, es más probable que en el futuro vuelva a ir a esa tienda. Si meto el dedo en un enchufe y me da un calambrazo, lo más seguro es que tras haber obtenido una consecuencia negativa, no se me vuelva a ocurrir meter el dedo en ningún otro enchufe. De esta manera, si llevo a cabo una tarea que en principio me supone un coste, porque aun no es un hábito, es conveniente que me lo recompense de algún modo para favorecer su aparición el futuro.


SER PERMISIVOS Y TOLERANTES CON NOSOTROS MISMOS

Algunos propósitos de año nuevo son difíciles de conseguir. Por ejemplo,  tratar de controlar mi ira este año. En este caso, debemos de ser tolerantes y flexibles con nosotros mismos. Estamos intentando cambiar un aspecto interno  que requiere más dificultad y capacidad de esfuerzo que apuntarse por ejemplo a clases de cocina. Supone un autocontrol emocional que muchas veces está influido por circunstancias externas. El que yo me enfade depende de mi. Los demás no crean mi enfado, es decir no me inyectan la ira en mi mente o en mi cuerpo pese a lo que podamos pensar a veces. Pero es cierto, que esta emoción puede manifestarse más fácilmente cuando interactúo con los demás. He de aceptar de antemano, que puede que  en algunos momentos  experimente un estallido emocional y me deje llevar por la rabia o la indignación. Con lo cual después, seguramente, me pueda sentir defraudado y decepcionado conmigo mismo. Tenemos que ser pacientes con nosotros mismos y permitirnos posibles caídas y recaídas. Lo importante es que después seamos conscientes de que no hemos actuado correctamente y que seamos capaces de reconocer nuestros errores. El ser consciente de que me he dejado llevar por mis emociones, en realidad, es un paso hacia la consecución de mi meta. No sería un retroceso ni tampoco se tiene que contemplar como un fracaso. El ser capaz de identificar esa emoción y de reconocer que no ha habido un buen manejo emocional, me ayudará en un futuro a su autorregulación previniendo situaciones similares. Podré determinar qué estímulos desencadenan mi ira y actuar antes de que ésta se produzca.




 DISFRUTAR DURANTE LA CONSECUCIÓN DE LA META
 
Y  para finalizar, recomendamos  intentar disfrutar del proceso de consecución del objetivo. A veces nos obsesionamos con la meta y se nos olvida saborear  y experimentar positivamente el camino hacia esa meta. De esta forma, dejamos de vivir el presente para centrarnos únicamente en el futuro. Es apropiado visualizar la meta lograda para generar automotivación y autoeficacia pero sin olvidarnos de disfrutar del recorrido. En el momento en el que estoy llevando a cabo la actividad tenemos que intentar dejar a un lado el resultado final, y centrarnos en ese momento en la tarea con todos nuestros sentidos. Vivir con plenitud y atención ese momento presente. Intentar que lo que nos hemos propuesto nos proporcione una recompensa no solo al final sino durante. 


 NO HAY CAMINO HACIA LA FELICIDAD, LA FELICIDAD ES EL CAMINO